Una campana serena,
crucificada en su ritmo,
define a la mañana
con peluca de niebla
y arroyos de lágrimas.
Mi viejo chopo,
turbio de ruiseñores,
esperaba
poner entre las hierbas
sus ramas
mucho antes que el otoño
lo dorara.
Pero los puntales
de mis miradas
lo sostenían.
¡Viejo chopo, aguarda!
¿No sientes la madera
de mi amor desgarrada?
Tiéndete en la pradera
cuando cruja mi alma,
que un vendaval de besos
y palabras
ha dejado rendida,
lacerada.
Federico García Lorca
Libro de Poemas 1921
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