Los que piden el vino y el olvido,
los que en sus manos pierden las verdades,
los que en la soledad se han escondido
y en soledad descubren soledades.
Los que temen espejos empañados
por tiempos que jamás han transcurrido,
los que tuvieron sed y están saciados
y derraman el agua inmerecida
sobre los ojos fríos y cerrados.
Los que cubren su cara envejecida
con lejanos silencios, suplicados
para encontrar la paz tan requerida.
Los que buscan las uvas codiciadas
para negar los tiempos que pasaron,
y sienten en los labios consumadas
las palabras que nunca meditaron.
Los alegres que insultan el contento
y destruyen las fuentes desoladas,
y se burlan del agua del sediento.
Los que quieren la noche adormecida
por el vino quemado y ceniciento,
y dejan la esperanza mantenida,
y han de gritar su nombre contra el viento
para encontrar la paz tan requerida.
¡No alcanzarán un vino que les lave
las manos, el temor y lo que hicieron!
La verdad de la paz también se sabe
al ver agua clara que vertieron.
Mantener el recuerdo es muy penoso,
y quieren olvidar que lo vivieron.
¡No hay que callar el tiempo doloroso,
ni en el vino esconder la voz temida!
¡No hay que hacer un elogio clamoroso
de la tiniebla absorta en la bebida!
Sólo en el pensamiento habrá reposo
para encontrar la paz tan requerida.
No es hora de llorar ni de alegrarse.
Es hora de seguir las decisiones
de la serenidad, y de acercarse
a un trabajo de duras condiciones.
Tiempo de la palabra recobrada
en el deber de amar las aflicciones.
Nunca la vieja sed será calmada,
el pasado comienza y no se olvida.
Hay que vivir la libertad ganada
al mirar lo que hacemos, la obtenida
al aceptar la sed que fue sembrada
para encontrar la paz tan requerida.
Hay que sufir la sed que nos reclame,
y hay que apartar la mano que lo impida.
Hay que dejar que el vino se derrame
para encontrar la paz tan requerida.
ENRIQUE BADOSA
Poesía 1956-1971
Baladas para la Paz
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