Macaria!!
-¿ Qué quies, mañico?
Q'hi pensau, que las cerezas
que tenemos ya maduras
en el árbol de la huerta,
las debemos de coger,
pues están ya p'a comelas,
y ya sabes tú, Macaria,
que siempre son cosa güena,
sabrosas como la miel
y duras como la piedra.
Como están tan coloradas,
todos se fijan en ellas,
y por si acaso algún tuno
le tienta la mala idea
y algún día nos las quita....
con la mayor desvergüenza,
hi pensau que lo mejor
es, mañica, recogelas.
Prepara una tortillica
de esa que tú haces con setas,
que se chupa uno los dedos
en cuanti que uno las preba;
arregla unas olivicas;
pon la botica bien llena
de ese vinico que tengo
apartau, en la bodega,
y nos vamos esta tarde
a traernos las cerezas.
De paso, les llevaremos
a las monjas una cesta,
otra p'al vetenirario
y otra p'al maestro de escuela,
p'a que se fije en el chico
y a todas horas lo atienda,
pues como el chico es agudo
y cono bien las letras,
quién sabe, maña, quién sabe
lo que en el mundo le espera;
anda, pues, prepara todo,
y vámonos a la huerta.
¡Qué tarde más calurosa!
echaba fuego la tierra,
el sol quemaba las mieses
dorando la espiga tierna;
el polvo que lavantaban
los autos y las carretas,
hacía cerrar los ojos
para evitar la ceguera;
la cigarra en su chirriar,
el grillo con su estridencia,
"cantaban" en agrio dúo
sus alegrías y penas,
animando a los del agro,
mientran hacen sus faenas
y recogen sudorosos
las cosechas de la vega.
Con el pañuelo en la mano,
limpiándose la cabeza
del sudor que le caía
a chorros por cara y cejas,
iba el señor propietario
del cerezo de la huerta,
cuando mirando a Macaria
le dijo -: - ¡Ay, que sospecha!
Me paice, maña, me paice
que m'han robau las cerezas.
-Güenas tardes, Manolico.
-Mu güenas,Pedro, las tengas.
-¡ande vas a estas horicas
con este calor que quema
y esa cestica en la mano
tan colmau de lo que lleva?
-Vengo de hacerte un favor;
ayer pasé por tu huerca,
y como vi tan maduras
esas famosas cerezas,
por ahorrarte a ti el trabajo,
me dije, voy a cogelas.
Y aquía las traigo, si quieres
puedes coger las que quieras.
Y destapando el tunante
la cesta que iba bien llena,
siguió de prisa el camino
sin esperar la respuesta.
Asombrado el matrimonio
al oír al buena pieza,
protestaron, pero ya,
no probaron las cerezas,
y con bastante disgusto
y con verdadera pena,
volvieron tristes al pueblo
a comerse.............la merienda.
FRANCISCO LAFUENTE
1934
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