Se moría una vieja en Bulbuente;
Bulbuente es un pueblo de Aragón, corriente.
Lo advierto por si alguno sospechara
que fuera alguna enfermedad muy rara.
Sigamos pues; la vieja se moría
y el párroco del pueblo la asistía
en tan amargo fin y duro trance,
poniendo para el caso
cuanto estaba a su alcance
a fin de preparar un buen traspaso
al alma que del cuerpo se escapaba.
Serio, con reflexiones la exortaba
el cura aragonés, cuando de pronto,
separando del clérigo la oreja,
con débil voz interrumpió la vieja:
-Aguarde mosén Juan, un momentico
- y llamó a su criada.
ésta se aproximó toda angustiada
mientras la moribunda le decía:
- ¿ Has hecho la pastura al tocinico ?
- ¡ Por Dios ! Señá Ruperta! ¡En su agonía
salir con esas cosas tan mundanas!
El pater exclamó: -¡ Simplezas vanas!
Sigamos con lo nuestro - y proseguía.
Pero poco después, la moribunda,
también tornaba a preguntar:
-Raimunda;
¿ Has echao de comer a las gallinas?
-Ya he dicho que se deje de pamplinas.
-Bueno pues, mosén Juan; siga adelante.
Y el buen cura, a morir le iba ayudando.
Más.... ¡nada! sin parar, la agonizante,
con la voz más debíl cada vez, llamando
iba de cuando en cuando
a la triste sirviente
pues sin duda, pensaba solamente
en los varios quehaceres de su hacienda.
-Espere, mose Juan, otro poquico.
¡Chica! ¿ Cerniste bien toda la harina?
No sé cómo habrán hecho la molienda.
¿ Cuántas talegas trajo ayer Perico ?
- ¡ Vamos, vamos !; atienda
a lo que importa más - argulló el cura
ya bastante amoscado
y con tono alterado
- Eso en el otro mundo nada vale.
Pero la vieja ¡ dále !
Sin dejar de dar suelta al pensamiento
volvía a interrumpir:
-Otro momento;
espere, mosen Juan; una palabra;
Oye Raimunda; ¿ has ordeñado a la cabra?
Ya no pudo aguantar el sacerdote
que tenía mal genio por lo visto
y gritó separándose de un bote:
- A callar y a morirse ¡ que pamplinas !
O piensa que éste ( y le enseñaba un Cristo)
o por vida del mismo San Antonio,
le dejo en el corral con las gallinas,
el tocino, la cabra y ......... ¡ el demonio !
MANUEL LASSA
1907
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