Este es un cementerio sin cipreses
entrevisto en el viaje. Lo hallo triste.
Está cerca del mar y queda lejos.
No le alcanza su azul para llenarle
de esperanzas más altas la tristeza.
Y del rumor le llega solamente
el tono de quejumbre. No consigue
convertirla en plegaria, sin la ayuda
del roze amansador de los cipreses.
Todo junto, en su tapia ocre terroso,
iluminada soslayadamente,
tiene aire de sol muerto, en desconsuelo
de no volver a abrirse nunca en alba.
JUAN BAUTISTA BELTRAN
Me canta el mar 1956
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