Aquel año mayo duró doce meses,
tú y yo acabábamos de nacer
y un señor muy serio moría del disgusto
en la primera página del ABC.
Los claveles mordían a los magistrados,
París era un barrio con acordeón,
Marx prohibió a sus hijos que llegaran tarde
a la dulce hogera de la insurrección.
La poesía salió a la calle,
reconocimos nuestros rostros,
supimos que todo es posible
en 1968.
Jean-Paul Sartre y Dylan cantaban a dúo,
jugaban al corro Lenin y Rimbaud,
los relojes marcaban cuarenta de fiebre,
se hablaba de sexo en la empresa Ranault.
Dos y dos ya nunca suman cuatro,
sufrió mal de amores hasta De Gaulle,
en medio de Praga crecían amapolas
como un reto rojo al gris hormigón.
La poesía salió a la calle,
reconocimos nuestros rostros,
supimos que todo es posible
en 1968.
Pero no pudimos reinventar la historia:
mascaba la muerte chicle de Vietnam,
pisaban los tanques las flores de Praga,
en México lindo tiraban a dar.
Mientras Ché cavaba su tumba en Bolivia
cantaba Massiel en Eurovisión
y mi padre llegaba puntual al trabajo
con el cuello blanco y el traje marrón.
Si ahora encuentro a aquel amigo
leo en el fondo de sus ojos
que ya se secaron las flores
de 1968.
Los cuadros hicieron huelga en los museos,
París era rojo, San Francisco azul,
un vagabundo fue elegido alcalde
y la Sorbona etaba en Katmandú.
Sobreviva imbécil, es el rock o la muerte,
beba coca-cola, cante esta canción,
que la primavera va a durar muy poco,
que mañana es lunes y anoche llovió.
Si ahora encuentro a aquel amigo
leo en el fondo de sus ojos
que ya se secaron las flores
de 1968.
JOAQUÍN SABINA
Inventario
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