Del alegre Mayo, una alborada fresca
te sonrió en el otoño melancólico,
y por Navidad los miembros ateridos
calentaste bien contento a un sol de agosto;
después temblaste espantado, y fuiste
buscando la sombra inquieto y pesaroso;
mas la memoria perezoza, tarde
te hizo recordar que aquellos cambios bruscos,
y fuera de lugar,
de luto y de pesar en esta vida
fueron siempre inequívoca señal.
Y tras de aquel calor que te prestara
en invierno un sol de agosto,
sólo sentiste de la fiebre el mortal frío
que heló tus huesos todos.
Las cosas a su tiempo
las fieras a su hoyo.
ROSALÍA DE CASTRO
Follas Novas
1837-1885
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