POBRES poetas a quienes la vida y la muerte
persiguieron con la misma tenacidad sombría
y luego son cubiertos por impasible pompa,
entregados al rito y al diente funerario.
Ellos-- oscuros como piedrecitas--, ahora
detrás de los caballos arrogantes tendidos
van, gobernados al fin por los intrusos,
entre los adecanes, a dormir sin silencio.
Antes y ya seguros de que está muerto el muerto
hacen de las exequias un festín miserable
con pavos, puercos y otros oradores.
Acecharon su muerte y entonces la ofendieron:
sólo porque su boca está cerrada
y ya no puede contestar su canto.
PABLO NERUDA
1904-1973
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