No sólo por las tierras desiertas donde la piedra salina
es como la única rosa, la flor por el mar enterrada,
anduve, sino por la orilla de los ríos que cortan la nieve.
Las amargas alturas de cordilleras conocen mis pasos.
Enmarañada, silbante región de mi patria salvaje,
lianas cuyo beso mortal se encadena en la selva,
lamento mojado del ave que surge lanzando sus escalofríos,
oh, región de perdidos dolores y llanto inclemente.
No sólo son míos la piel venenosa del cobre
o el salitrre extendido como estatua yacente y nevada,
sino la viña, el cerezo premiado por la primavera,
son míos, y yo pertenezco como átomo negro
a las áridas tierras y a la luz del otroño en las uvas,
a esta patria metálica elevada por torres de nieve.
PABLO NERUDA
1904-1973
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