Felicidad, no engañas.
Una palabra fue o sería, y dulce
quedó en el labio. Algo
como un sabor
a miel, quizás
aún más a sal
marina. A agua de mar, o a verde fresco
de la campiña. Quizá a gris robusto
del granito o poder, que allí tentaste.
La gravedad del mundo está ostensible
ante tus ojos. No. No busques
por tu labio el color rubio del beso
que es miel, con su amargor que puede
sobrevivir. Vivir o no vivir no es ignorar
una verdad. El labio sólo sabe
a su final sabor: memoria,
olvido.
VICENTE ALEIXANDRE:
Poemas de la consumación, 1968
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