SILENCIO en el solemne acantilado
del gavilán de vuelo ennegrecido.
La roca guarda el horizonte hundido,
el pino acoge al viento fatigado.
Enjuta va la luz, y derrumbado
del más alto arrecife acometido,
extiende el mar quietud. Crece el latido
de la arena del sol ya tramontado.
No está lejos el fin del corto día,
y se clavan en estos peñascales
las voces muertas que un temor avienta.
Tal vez el gavilaán desgarraría,
con su pasar en sombra, los cristales
del tedio exhausto de la tarde lenta.
ENRIQUE BADOSA
Poesía 1956-1971
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