En una calle céntrica estableciéronse en Zaragoza dos restaurats allá por los años 187...
Estaban los dos establecimientos casi frente a frente, y se promovió entre ellos tal rivalidad y competencia, que se comía mucho y bien por poco dinero.
Un montañés de Ansó, mozo alto y recio como una torre, entró en el restaurant de la derecha y preguntó al dueño si le daría de comer todo lo que quisiera por cinco pesetas. Como el precio del cubierto eran tres, no dudó el dueño en aceptar la proposición.
Sentóse el ansotano y comenzó pidiendo una docena de huevos fritos; comió después un plato de pescado, dos de carne, un pollo asado y dos raciones de fiambres, y además se comió el queso y las frutas que presentaron para postre, quedando dispuesto todavía a devorar algo si se lo daban.
El dueño, que le veía comer, todo asombrado, tuvo una idea para fastidiar a su rival: llamó al montañés y le dijo:
-¿ Quiere usted dos duros y se compromete a comer allí enfrente otro tanto que aquí?
- Hombre, ya no pué ser.
- ¿ Es que no se atreve ?
- Pues miusté, la verdad por delante. Cuando entré en esta casa ya había almorzado bien ahí enfrente, y el amo de allí fue el que me dió dos duros pa que viniera a comer otra vez.
-¡ Rediez ! Entonces ya sé quién es usted. El que se comió la ternera entera a juerza de pan.
- Hombre, si me cogiera un día con hambre, no diré yo que no me la comiera con una güena ensaladica.
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