En la plaza de Ayerbe estaban riñendo varios mozos, divididos en dos bandos, y la cuestión tomaba caracteres bastante serios, amenazando con terminar en una batalla campal.
El que sostenía el palenque de una parte era una tal Marianico, que tenía fama de ocurrente y en ocasiones hacía reir a las piedras con sus salidas.
Su contrincante, más violento que él, harto ya de razones y queriendo, sin duda, pasar a vías de hecho, se encaró con Marianico y, en tono de reto, con cara fosca y ademán decidido, le dijo:
- Güeno, y si ahora voy yo y te puncho, ¿ qué harás tú ?
Cuando todos esperaban que Marianico iba a contestar agresivamente, vieron que, lejos de perder la calma, contestaba con la mayor naturalidad.
- Si me punchas....... ¡ echar sangre !
Esta salida inesperada, de la cual rieron hasta los contrarios, tuvo vastante eficacia para desviar la tormenta y lo que comenzó en pendencia terminó en una lifara fraternal.
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