El alcalde de un pueblo, famoso por su feria de burros, fue comisionado por el Ayuntamiento para cumplimentar a cierto Monarca. El alcalde no era tonto; pero su arenga pareció pesada a los cortesanos, y uno de ellos, por entretener al Rey, burlándose del lugareño, dijo:
- ¿ Tendréis la bondad de decirme qué precio llevan los burros este año ?
El Rey sonrió, el alcalde conoció el papel que se le quería hacer representar, y mirando con desprecio de pies a cabeza al insolente preguntador, le contestó:
- Cuando son de vuestro pelo y de vuestra talla, os aseguro, señor, que nadie los quiere, aunque los ofrezcan a precio muy bajo.
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