Dame en tu vientre, oh Noche, silencio hospitalario.
Sobre su curva ardiente, reposo a mis pasiones.
Herido por la quilla de un astro solitario
oro en tu cripta herida de estrellas como arpones.
Que triste es ver mis manos doradas por la luna,
tensas llaves del alma, terribles y fluviales;
pastoras de mis penas por campos sin fortuna,
sobre un papel sediento de versos torrenciales.
Oh, gran devoradora, Diosa pura y pagana,
altar de los suicidas, piedra del sacrificio,
mi corazón te ofrezco, sin luz de hora temprana,
desnudo de corteza, mollar en su cilicio.
Que magia verte, Noche, soberbia en tu hermosura,
imán de tumba y sueño, sobre tu paz tranquila.
Vestal de la gran cuenca que el infinito amura,
bajo una ceja incierta me alumbra tu pupila.
Dí, peligroso hechizo, abismo de poetas,
¿ que tiene tu mirada que hasta la mar conmueve ?
Oh, tuerca alucinante, deja mis olas quietas,
o vuelca tu marea sobre mis costas breves.
Aún puedo con mis penas, se dobla mi esqueleto.
Todo es hierro y cemento, un paisaje sin fin.
Ya todo importa nada.Soy de la muerte un reto.
Mi corazón se anega, la vida va sin mí.
MARCOS ANA
Poemas de la prisión y la vida.
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