Todos los elefantes del circo
padecemos del corazón,
- debido al miedo al suplicio
de los entrenadores al duro trabajo,
a la vergüenza de haber llegado a ser mansos domesticados
al ridículo de poner nuestras toneladas en pie
para bailar el vals de Strauss -.
Todas las morsas del circo
padecemos también del corazón,
al igual que algunas totovías
que en la cautividad soportan extrañas arritmias
y cantan con la aurícula izquierda
en vez de con las alas.
GLORIA FUERTES
Obras Incompletas.
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