Cuando un árbol gigante se suicida,
harto de estar ya seco y no dar pájaros
sin esperar al hombre que le tale,
sin esperar al viento,
lanza su última música sin hojas
-sinfónica explosión donde hubo nidos-,
crujen todos sus huesos de madera,
caen dos gotas de savia todavía
cuando estalla su tallo por el aire,
ruedan sus toneladas por el m onte,
lloran los lobos y los ciervos tiemblan,
van a su encue ntro las ardillas todas,
presintiendo que es algo de belleza que muere.
GLORIA FUERTES
POETA DE GUARDIA
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