No preciso memoria
para sentir tu mano aquella tarde.
Aquella tarde es ésta....
Desmemoriados y jóvenes, los dioses
se alejan de nosotros
sin volver la cabeza;
pero acaso no sean
la razón de este mundo.
Terminado en ti mismo,
silencioso, remoto, casi ausente,
sosteniendo el paisaje -ya paisaje-
no te sonrías, no te muevas tú...
¿A quién convenceré de que exististe?
¿En vano se consumó el destino?
¿La plenitud es sólo
un tema para un cántico?
Miro a la tarde aquella
para vivir. La miro,
y renace el destino a cada instante.
ANTONIO GALA
Poemas de amor
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