A los antiguos ídolos que el tiempo oscureció
y a la ceiba que preside el templete de la primera misa:
a los remotos dioses
de las religiones inimaginables
en todos los lugares sagrados de este mundo,
y a los echadores de caracoles y de cartas
en sus negros santuarios.
A todos les consulté y les rogué lo mismo:
que tú giraras alrededor de mí
com o la vieja Tierra alrededor del Sol,
y que mi calor te calentara
y que los frutos fueses benéficos y fieles.
No sé si está en su mano concedérmelo.
No sé si está en la tuya.
Deben de existir más altas instancias
que las más altas que todos conocemos:
a ellas no llegan mis plegarias.
O acaso el más elevado poder
esté en el pequeño corazón del hombre
que nada y nadie puede gobernar....
Salvo un olor, un aire, una mirada,
un modo azul de sonreir.
ANTONIO GALA
Poemas de amor
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