La roja tierra del trigal de fuego,
y del hablar florido la fragancia,
y el lindo cáliz de azafrán manchego
amó, sin mengua de la lis de Francia.
¿Cuya es la doble faz, candor y hastío,
y la trémula voz y el gesto llano,
y esa noble apariencia de hombre frío
que corrige la fiebre de la mano?
¡No le pongáis, al fondo, la espesura
de aborrascado mon te o selva huraña
sino, en la luz de una mañana pura
lueñe espuma de piedra, la montaña
y el diminuto pueblo en la llanura,
la aguda torre en el azul de España!
ANTONIO MACHADO.
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