Cuando murió su amada
pensó en hacerse viejo
en la mansión cerrada,
solo, con su memoria y el espejo
donde ella se miraba un claro día.
Como el oro en el arca del avaro,
pensó que guardaría
todo un ayer en el espejo claro.
Ya el tiempo para él no correrla.
Mas pasado el primer aniversario,
¡cómo eran -preguntó-, pardos o negros,
sus ojos? ¿glaucos?.... ¿grises?
¡como eran - ¡santo Dios! que no recuerdo?
Salió a la calle un día
de primavera, y paseó en silencio
su doble luto, el corazón cerrado....
De una ventana en el sombrío hueco
vio unos ojos brillar. Bajó los suyos,
y siguió su camino..... ¡Como esos!
ANTONIO MACHADO.
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