Y dejas, viejo roble,
que el viento te acaricie,
meciendo tus hojas bondadoso,
al son del himno alegre.
Y dejas, viejo amigo,
que te cuente,
adormilada entre tus sombras,
sollozante.
Y dejas, viejo roble,
que te mime,
que te acompañe,
en tu existir solo,
en tu despertar mohíno.
Y dejas, viejo amigo,
que de tí me adueñe.
MARIOLA NAVAL BERNARDÓ
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