De tu aroma sumiso
aprendemos los hombres,
a cantar sin palabras
al amor veleidoso.
Del color de tu rostro
practicamos esclavos,
a jugar con el alma
a gemir terciopelo.
Del sabor de tu tallo
aprendemos algunos,
a exprimir la nostalgia
del vergel de tus sueños.
Del dolor de una espina
ignoramos el resto,
que arrancarte del mundo
es quitarte la vida,
y tan sólo acertamos,
orgullosos de ello,
a encerrar tus silencios,
entre versos impresos,
en cobijos de olvido....
MARIOLA NAVAL BERNARDÓ
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