PERSEVERA EN LA EXAGERACIÓN DE SU AFECTO AMOROSO Y EN EL EXCESO DE SU PADECER
SONETO
En los claustros de l'alma la herida
yace callada; mas consume, hambrienta
la vida, que en mis venas azlimenta
llama por las medulas extendida.
Bebe el ardor, hidrópica, mi vida,
que ya, ceniza amante y macilenta,
cadáver del incendio hermoso, ostenta
su luz en humo y noche fallecida.
La gente esquivo y me es horror el día;
dilato en largas voces negro llanto
que a sordo mar mi ardiente pena envía.
A los suspiros di la voz del canto;
la confusión inunda l'alma mía;
mi corazón es reino del espanto.
FRANCISCO DE QUEVEDO
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