A SU CLAVÍCULA
Si al velo octavo a ciegas me adelanto
que a tu marfil y flecha desfigura,
firme me ofende y presa tu segura
azucena valiendo el amaranto.
Ni más se pulió al ópalo, ni es tanto
la ferviente calandria en la espesura
como armoniosa tú, lejana y pura,
dormida en el reverso del encanto.
Oh qué ala inmóvil, qué ardorosa nieve:
vara de nardo en púrpura rendida,
pálido cetro indiferente al fuego.
Dura como el puñal y así de breve,
báculo siendo blanco de la vida
me das la muerte si a tocarte llego.
ANTONIO GALA
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