LLUEVE
Llueve. Los ojos se ahondan
buscando tus ojos, esos
dos ojos que se alejaron
a la sombra, cuenca adentro.
Mirada con horizontes
cálidos y fondos tiernos
íntimamente alentada
por un sol de íntimo fuego
que es en las pestañas negra
coronación de los sueños.
Mirada negra y dorada,
hecha de dardos directos,
signo de un alma en lo alto
de todo lo verdadero.
Llueve como si llorara
raudales un ojo inmensdo,
un ojo gris, desangrado,
pisoteado en el cielo.
Llueve sobre tus dos ojos
negros, negros, negros, negros,
y llueve como si el agua
verde quisiera volverlos.
¿Volverán a florecer?
Si a través de tantos cuerpos
que ya combaten la flor
renovaran su ascua....
Pero seguirán bajo la lluvia
para siempre, mustios, secos.
MIGUEL HERNÁNDEZ
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