Soñarte, amor, soñarte como entonces,
ante aquellas Dianas desceñidas,
aquellas diosas de robustos pechos
y el viento impune entre las libres piernas.
Tú eras lo mismo, amor. Todas las Gracias,
igual que tres veranos encendidos,
el levantado hervor de las bacantes,
de carrera bullente de las ninfas,
esa maciza flor de la belleza
redonda y clara, poderosamente
en ti se abría, en tí también se alzaba.
Soñarte como entonces, sí, soñarte
ante aquellas fundidas alamedas,
jardín de Amor en donde la ancha Venus,
muslos dorados, vientre pensativo,
se baña en el concierto de la tarde.
Soñarte, amor, soñarte, oh, sí, soñarte
la idéntica de entonces, la surgida
del mar y aquellos bosques, reviviendo
en tí el amor henchido, sano y fuerte
de las antiguas diosas terrenales.
RAFAEL ALBERTI
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