Era como una isla de Teócrito. Era
la edad de oro de las olas. Iba
a alzarse Venus de la espuma. Era
la edad de oro de los campos. Iba
Pan nuevamente a repetir su flauta
y Priapo a verterse en los jardines.
Todo era entonces. Todo entonces iba.
Iba el amor a ser dichoso. Era
la juventud con cinco toros dentro.
Iba el ardor a arder en los racimos.
Era la sangre un borbotón dce llamas.
Era la paz para el amor. Venía
la edad de oro del amor. Ta era.
Pero en la isla aparecieron barcos
y hombres armados en las playas. Venus
no fue alumbrada por la espuma. El aire
en la flauta de Pan se escondió, mudo.
Secas, las flores sin su dios murieron
y el amor, perseguido, huyo a los montes.
Allí labró su cueva, como errante
hijo acorralado ded una mar oscura,
entre el mortal y repetido estruendo
que la asustada Eco devolvía.
Agujas rotas de los parasoles
pinos le urdieron al amor su lecho.
Fieras retamas, mustias madreselvas,
rudos hinojos y áridos tomillos
lo enguirnaldaron en la ciega noche.
Y aunque, lengua de fuego, el aire aullara
alrededor, la tierra, oh, sí, la tierra
no le fue dura, sin embargo, al sueño
del fugitivo amor entre los montes.
La edad de oro del amor venía,
pero en la isla aparecieron barcos.....
RAFAEL ALBERTI
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