SONETO XXXI
Gallardas plantas, que con voz doliente
al osado Faetón llorastes vivas,
y ya, sin envidiar palmas ni olivas,
muertas podéis ceñir cualquiera frente,
así del Sol estivo al rayo ardiente
blanco coro de náyades lascivas
precie más vuestras sombras fugitivas
que verde margen de escondida fuente,
y así bese (a pesar del seco estío)
vuestros troncos (ya un tiempo pies humanos)
el raudo curso deste undoso río;
que lloréis( pues llorar sólo a vos toca,
locas empresas, ardimientos vanos),
mi ardimiento en amar, mi empresa loca.
EL ÁRBOL
en la poesía castellana