PORQUE al fin te perdieron fuegos tristes
y humos lentos velaron,
vedaron el castillo, nívea cárcel,
donde la rosa olvida sus fantasmas,
mi corazón, sin voz, ni batallones,
viene sola al asalto
de esas luces, espejos de ceniza,
llevadoras a un muerto sur de muertes.
Ve su pecho ascendido en dos arroyos
de agua y de sangre, hacia el tuyo
quemando ya por los huecos tizos fáciles,
falsos, flor, pena mía, sin remedio.
RAFAEL ALBERTI
Marinero en tierra
Sobre los ángeles
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