AZOTANDO, hiriendo las paredes, las humedades,
se oyeron silbar cuerdas,
alargadas preguntas entre los musgos y la oscuridad colgante.
Se oyeron.
Las oíste.
Garfios mudos buceaban
el silencio estirado del agua.
Y cuatro boquetes, buscándote.
Ecos del alma hundida en un sueño moribundo,
de alma que ya no tiene que perder tierras ni mares,
cuatro ecos, arriba, escapándose.
A la luz,
a los cielos,
a los aires.
RAFAEL ALBERTI
Marinero en tierra
Sobre los ángeles
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