El robot no necesita compañía.
El robot,
ni come, ni bebe,
ni juega al amor.
El robot no tiene bigote,
ni sexo, ni dote,
ni gran corazón,
-nunca se enamora-
y duerme a deshora.
Tan sólo obedece,
el robot.
A veces le envidio
sus ojos de vidrio
que nunca han llorado.
Aunque no me entiende,
le cuento mis cosas,
me quedo a su lado.
El robot no necesita compañía.
Y cuando la Empresa
apaga sus luces,
me siento en su nave
hasta el nuevo día,
porque yo, sí necesito compañía.
GLORIA FUERTES
Antología de poemas y vida
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