Para ir a trabajar,
(tan vulgarf como suena)
durante cuarenta años
se levantaba servidora
a la hora,
que ahora se acuesta.
Y era feliz.
El año cuarenta,
ganaba diez pesetas diarias
-no me llegaba ni para dormir-,
y era feliz.
Comía aceitunas, avellanas,
recortes de tocino
y algún huevo duro,
y era feliz.
Tenía un amor prohibido,
y era feliz.
Escribía libros prohibidos, y era feliz.
Ahora me acuesto a la hora
que antes me levantaba
y,
no sé si soy feliz.
GLORIA FUERTES
Antología de poemas y vida.
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