Anochecer en Coney Island
La mujer gorda venía delante
arrancando las raíces y mojando el pergamino de los tambores;
la mujer gorda
que vuelve del revés los pulpos agonizantes.
La mujer gorda, enemiga de la luna,
corría por las calles y los pisos deshabitados
y dejaba por los rincones pequeñas calaveras de paloma
y levantaba las furias de los banquetes de los siglos últimos
y llamaba al demonio del pan
por las colinas del cielo barrido
y filtraba un ansia de luz
en las circulaciones subterráneas.
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FEDERICO GARCÍA LORCA
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